El turrón, las doce uvas y otros cuentos navideños

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El turrón o las doce uvas de la suerte son buen ejemplo de la tendencia humana a fabular en torno a las tradiciones gastronómicas y festivas. Una leyenda más o menos reciente atribuye el rito de las uvas de Nochevieja a la estratagema de un viticultor que quiso dar salida a una cosecha excepcional.

doce uvasHablando del turrón, el historiador alicantino Francisco Figueras Pacheco constataba la tendencia humana a fabular sobre los orígenes de productos, recetas o tradiciones y, sin duda, los relacionados con las celebraciones navideñas son uno de los mejores ejemplos. Su libro La sabrosa historia del turrón y primacía de los de Jijona y Alicante, publicado en 1955, hizo añicos el cuento de que el dulce navideño por excelencia lo había inventado un tal Turrons en Barcelona, pero, más de medio siglo después, todos los años hay alguien dispuesto a volvérnoslo a contar. Con las doce uvas de la suerte en Nochevieja está empezando a pasar algo muy parecido.

En efecto, en los últimos tiempos circula la idea de que el rito de las doce uvas nació en los primeros años del siglo pasado como consecuencia de una extraordinaria cosecha de uva de mesa en Alicante: en el Vinalopó Mitjà. Entre los productores, un anónimo crack del marketing habría inventado lo de las uvas de la suerte para dar salida a los excedentes. A la espera de que algún Figueras Pacheco se tome la molestia de estudiar la verdadera historia de esa tradición —y en cualquier caso—, tenemos que poner en cuarentena una leyenda como esa. De entrada, la primera década del siglo XX fue la de la llegada a la Comunitat Valenciana de la plaga de la filoxera y en aquellos años los viticultores no debían estar como para que les hablaran de cosechas extraordinarias. Además, si algo tan implantado como lo de comerse doce uvas con las campanadas de medianoche —y tan determinante para el éxito comercial de la uva de mesa tardía— fuera fruto del talento más o menos reciente de un creativo, alguien conservaría un recuerdo más preciso sobre un genio de ese calibre y su jugada maestra. Pero no tenemos noticia.

doce uvasPor otra parte, en los albores del siglo XX no había aún cotillones de Nochevieja, que no empezaron a celebrarse sino en el París de la Belle Époque. Es muy probable, eso sí, que entre los primeros entusiastas del invento estuviera la gente más chic de Dénia, Novelda o Alcoy. En esas tres ciudades, en efecto, hubo a comienzos del siglo pasado una burguesía deslumbrada por el glamour parisino de entreguerras, directamente o vía Barcelona, con su Art Déco, su arquitectura modernista, su charlestón y sus cotillones. Además, sus respectivas comarcas habían gozado de una rica tradición viticultora y podría ser que en alguna de ellas surgiera el rito de las doce uvas. Tirando de ese hilo, nos decantaríamos por Novelda y el Vinalopó Mitjà, porque la filoxera ya había extinguido prácticamente el viñedo alcoyano en el momento del que hablamos y la moscatel de Dénia, destinada casi en exclusiva a hacer pasas, no es propia de unas fechas tan avanzadas para la uva como las de Año Nuevo.

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