Sopes mallorquines: tan auténticas como la ensaimada

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Sopes mallorquines

Les sopes mallorquines no serán tan famosas como otras especialidades de la isla —la sobrasada, las ensaimadas—, pero están tan arraigadas como la que más en su identidad gastronómica. Vienen a ser una sopa que se come con tenedor, porque se trata de que las rebanadas de pan de pagés moreno absorban por completo un caldo de verduras —coliflor, acelgas, col, espinacas, judías verdes— que, sobre todo en sus versiones más invernales, puede llevar también carne o panceta de cerdo: entonces se les llama sopes de matança o d’hivern. Se condimentan con pimentón de tap de quartí, autóctono de Mallorca, y se sirven en greixonera de barro, generalmente acompañadas de aceitunas y/o hinojo marino en vinagre. Ramon Llull ya hablaba de las sopas de pan mojado en el siglo XIII, aunque la receta actual se fijó en el XVIII.

Sopes mallorquinesLes sopes mallorquines se preparan habitualmente en los hogares de la isla y se pueden encontrar también en Sa Premsa, Can Pep o Pagès, en Palma: son casas de comidas tradicionales conocidas como “cellers” en alusión a su origen relacionado con la elaboración y la crianza del vino. También hay sopes mallorquines en establecimientos de cocina tradicional como el Mesón Can Pedro, Casa Jacinto, Can Frau —en el Mercado de Santa Catalina—, la Fonda de Sóller o el restaurante de Las Cuevas de Génova.

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