El repóquer de la gastronomía tradicional de Mallorca lo forman la ensaimada, la sobrasada, el aceite, la almendra y el vino. Su arraigo en la cultura mallorquina está avalado en algunos casos por denominaciones de origen o indicaciones geográficas protegidas.
La ensaimada —hecha con harina, azúcar, huevos, masa madre y manteca de cerdo, con texturra firme y crujiente— es la reina en hornos emblemáticos como el Fornet de la Soca o el Forn Fondo. Originariamente no se rellenaban, sino que se untaban con sobrasada, calabazate o dulce de albaricoque. Las clásicas son las lisas o las rellenas de cabello de ángel, pero también pueden llevar dentro nata, chocolate o crema pastelera. Hay preparaciones vinculadas al calendario, como las tallades de carnaval, con sobrasada y calabaza confitada.
El Oli de Mallorca está protegido por una denominación de origen y se elabora con aceitunas procedentes, en muchos casos, de olivos de la variedad empeltre o mallorquina que datan de los tiempos de los fenicios y los griegos. Sus características son la suavidad y las notas almendradas. La picual o la arbequina también se cultivan, desde épocas mas recientes, en una tierra marcada por una climatología peculiar y forman parte igualmente de la gastronomía tradicional de Mallorca.
La sobrasada está integrada en la cultura mallorquina desde tiempos ancestrales. Se elabora con carne de cerdo bien picada, condimentada con sal, pimiento y pimentón. La ampara una indicación geográfica protegida por la Unión Europea desde 1996. Las más auténticas proceden de una raza autóctona de cerdo, el porc negre, cuyos animales solo se alimentan de cebada, leguminosas e higos durante los noventa días previos a su sacrificio.
Las almendras mallorquinas también tienen una indicación geográfica protegida. Crudas o tostadas, con piel o sin ella, forman parte de la gastronomía tradicional de Mallorca por sí mismas o como ingrediente de numerosas preparaciones, desde las tortas de turrón o el helado de almendra hasta las picadas que ligan muchas salsas y les dan sabor, pasando por el gató o los amargos.
El vino mallorquín tiene entre sus argumentos a sus variedades autóctonas —mantonegro, callet y fogoneu para los tintos y moll o prensal blanca para los blancos—, aunque en los últimos tiempos también se han ido incorporando otras francesas e internacionales y se ha recuperado alguna como la malvasía. Los vinos mallorquines gozan de un notable reconocimiento en Europa.
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