El restaurante gastronómico de José A Sánchez cambia de ubicación e inicia su tercera etapa junto al asador de Sant Joan d’Alacant que también dirige el cocinero alicantino. El cierre de Els Vents en la calle Castaños de Alicante, a principios de 2019, no ha sido para tanto. Y el traslado a Villa Antonia de su equipo al completo ha resultado ser algo más.
En un principio parecía que José A Sánchez renunciaba a sus ambiciones más gastronómicas —encarnadas en Els Vents desde su primera ubicación en el puerto de Alicante— cuando cerró ese restaurante poco después de haberlo trasladado a un local suntuosamente ambientado en la calle Castaños. El cocinero se establecía con su galáctico equipo —el maitre y sumiller Tomás Moreno o el repostero Fran Segura— en su segundo negocio, Villa Antonia, en una mansión de propiedad municipal a las afueras de Sant Joan d’Alacant, con cocina de asador y jardín e instalaciones para eventos. Era un notable impulso para Villa Antonia, pero una decepción en cuanto a las legítimas aspiraciones estelares del chef. Finalmente, ha reeditado Els Vents en esa finca que ahora alberga dos restaurantes, con acceso, comedor y propuesta gastronómica perfectamente diferenciados: el asador Villa Antonia y el tercer Els Vents.
En esta nueva edición de su restaurante gastronómico, José A Sánchez retoma su cocina en el punto donde la dejó unos meses atrás. Su menú degustación arranca con un festival de snacks sofisticados y rotundos, a base de bocados amenos y profundos que destilan producto y fondo de cocina, como los entrantes que van a continuación: destacan las hortalizas con ortiguillas y caldo de pollo picantón, torreznos de su piel incluidos. Es el preámbulo a los platos principales, donde la cocina osadamente académica del chef alcanza su máxima expresión: un magnífico bacalao cocido en leche de cabra con tocino y jugo de gallina, un extraordinario arroz de tendones de atún con tomate seco, tocino y granada o una espectacular presa ibérica asada en cenizas de piña, con la fruta en texturas y su jugo. Este menú cuesta 100 euros, sin bebida, y hay otro a 60, además del ejecutivo a 35 —de martes a jueves— o el dulce, a 45. Se puede comer a la carta desde unos 65 euros.
Para “liquidar” este despliegue culinario hay que ponerse en manos de Tomás Moreno, uno de nuestros mejores sumilleres. El maridaje que propone es de satisfacción garantizada, aunque puede que él sugiera beber, de principio a fin, alguno de los casi 70 champagnes —de grandes maisons o de pequeños productores— que aparecen en una enciclopédica carta de vinos, con medio millar de referencias y un buen porcentaje —casi la mitad— de internacionales: los hay ilustres, de los que no defraudan a fetichistas o snobs, y, sobre todo, un buen repertorio de “hallazgos”.