Pocos años después de que el Conde de los Andes inaugurara la crítica gastronómica en España a finales de los 60, Antonio Vergara, que falleció el pasado día 7 en València, se convirtió en pionero del género en la Comunitat. Sus escritos sobre jazz o cine en la Cartelera Turia le enseñaron a una generación de valencianos a apreciar esas cosas —en particular la primera— y entendió —desde la visión puramente intelectual de un tipo al que no le gustaba especialmente comer— que la gastronomía iba a ser un asunto sociocultural de primer orden durante los años siguientes a la Transición. Manuel Vázquez Montalbán, en su prólogo a Comer en el País Valencià —una de las muchas publicaciones que firmó Antonio Vergara—, lo definió como “un hombre que habla poco, come lo justo y siempre opina con conocimiento de causa”.
La relación entre Antonio Vergara y Vázquez Montalbán —creador del detective gourmet Pepe Carvalho— fue estrecha, al menos, desde que este testificó a favor de aquel —igual que Xavier Domingo— cuando tuvo que afrontar una demanda por injurias. Al principio de su carrera, escribió que el salchichón del restaurante Río Miño estaba rígido como “los pergaminos del Mar Muerto” y que la ensaladilla tenía “el sabor del limpiametales Sidol”. La Audiencia Provincial de Valencia lo absolvió y el Tribunal Supremo ratificó la sentencia, en un proceso que fue un hito en la historia de la libertad de expresión en España. Su ironía y su sarcasmo resaltaron tanto lo bueno como lo malo de los restaurantes y su mala uva fue martillo de los “gacetilleros, snobs y tragaldabas” cuyo alud ha acabado sepultando prácticamente a la crítica gastronómica. Así, hizo amigos incondicionales y detractores acérrimos, algo que se ha visto claramente a la hora de las alabanzas.
La intención de Antonio Vergara, alias Ibn Razin, nunca fue en absoluto la de reinventarse, pese al carácter vertiginosamente cambiante que ha adquirido su oficio, y siguió haciendo crítica gastronómica de la de antes cuando esa materia dejó de estar en manos de periodistas para pasar a las de los expertos en RRSS y RRPP: el maestro no tenía móvil, que se sepa, y las relaciones públicas no eran precisamente lo suyo. Sus filias y sus fobias le llevaron de la Cartelera Turia al diario Levante-EMV, donde ejerció durante un par de décadas, y recaló en su más directo competidor, Las Provincias, desde 2016 hasta que murió por un derrame cerebral a sus 76 años. Se fue sin haber recibido el menor reconocimiento formal de organismos públicos ni privados. Le correspondía como fundador y decano de la crítica gastronómica valenciana.
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