¿Lo del transgénico feroz les suena a cuento para niños? Algo así viene a plantear el profesor JM Mulet en su nuevo libro de divulgación científica a favor de los transgénicos. Quizás le acarree nuevos insultos y amenazas…
¿Por qué no dedicarle un artículo largo a algo tan heterodoxamente “gastronómico” como el último libro de JM Mulet? Una reseñita como novedad bibliográfica se le queda cortísima… Nos decidimos cuando al autor de Transgénicos sin miedo lo nominan para el Premio Nacional de Gastronomía, en el apartado de Gastronomía Saludable: si la Real Academia considera gastronómico lo que dice el bioquímico de Dénia, nos apuntamos. Mulet es el único aspirante valenciano entre 36 chefs, sumilleres o comunicadores, pero no lo ha propuesto la academia de su tierra, sino la de Cantabria.
En noviembre ya hablábamos de la defensa de los transgénicos que le ha valido insultos y amenazas a este profesor de Biotecnología de la Politécnica de València, investigador, divulgador y activista socialmediático: los humanos modificamos animales y plantas desde que somos humanos y el presunto transgénico feroz, que no es sino una técnica más, no ha causado problemas ambientales ni sanitarios en 20 años. La agricultura ecológica, en cambio, mató a 48 personas en 2011 con la crisis de la que en un principio se les culpó a unos pepinos convencionales. El transgénico feroz no es el lobo del cuento. Su mala prensa no concuerda con sus enormes ventajas —también agrícolas y alimentarias—, va decididamente a menos y se contradice con su aceptación creciente en supermercados, farmacias y campos. La subvencionadísima agricultura ecológica ocupa en España menos de 400 hectáreas y la transgénica, con trabas de todo tipo, casi 100 mil: por algo será. La mala imagen de los transgénicos —y su deriva, la del glifosfato— es eminentemente europea —para Greenpeace, son el apocalipsis aquí y peccata minuta en EEUU— y tiene que ver con la escasa destreza comunicativa de nuestros científicos o con intereses inconfesables.
Mulet lo explica al detalle, paso a paso y punto por punto, en Transgénicos sin miedo: un libro valiente, didáctico y directo, tan socarrón como riguroso. Valgan dos “anécdotas” reveladoras. Una recuerda las terribles consecuencias que se vaticinaron, cuando el primer ferrocarril, sobre los imprevisibles daños que sufriría el cuerpo humano tras someterse a una velocidad de 35 kilómetros por hora. La otra habla del pacto entre Greenpeace y el gobierno de Sarkozy —Francia lidera la oposición a los transgénicos en la Unión Europea—, desvelado públicamente por el mismísimo Fillon. La organización ecologista —resuelto el asunto de las ballenas y agotado el de las nucleares— necesitaba relanzarse con nuevos argumentos, entre otras cosas, para poder seguir pagando la nómina, cuantiosa pese al ERE de 2013. Dejó de meterse con la energía atómica —vital para Francia— a cambio de que el Elíseo se radicalizara contra los transgénicos.
Todo, según el profesor Mulet.
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