En la nueva colección de Legaris, la misma variedad, en la misma DO y con elaboraciones similares, da tres vinos muy distintos, según suelos y altitudes. Olmedillo de Roa, Alcubilla de Avellaneda y Moradillo de Roa protagonizan sus primeros “vinos de pueblo” en torno a la diversidad de la Ribera del Duero.
Cada vez tiene menos sentido lo de “Rioja o Ribera” como paradigma de dos estilos antagónicos. Hablar de vinos femeninos y masculinos —la forma clásica de diferenciar los elegantes de los potentes— no resulta políticamente correcto, aunque no pensemos de ningún modo en el rosadito para la señora y el tinto para el caballero. Pero no todos los riojas destacan por su elegancia ni todos los riberas por su potencia. Hace poco hablábamos de Roda, que considera “atlánticas” o “mediterráneas” las distintas cosechas, en una región, la Rioja, donde vienen a confluir los dos climas. Pero es que los vinos más “mediterráneos” serían los de Burdeos, a orillas del Atlántico.
Hablar de la Ribera del Duero para referirse a un estilo determinado resulta confuso. Para acabar de demostrarlo, Legaris lanza unos “vinos de pueblo” a los que no les puede llamar así más que en petit comité, a la espera de que la DO regule las denominaciones municipales. Mientras tanto, los etiqueta como Selección de Viñedos de…, seguido del nombre del pueblo en cuestión: Olmedillo de Roa, Alcubilla de Avellaneda y Moradillo de Roa. Son viñedos de la misma variedad —la tempranillo o tinto fino— y la misma DO, pero con diferencias de suelo y altitud que, siguiendo elaboraciones similares —unos 20 meses en roble francés—, dan lugar a vinos sorprendentemente dispares. El de Alcubilla —suelo arcilloso a 926 metros sobre el mar— es delicado, fresco y floral: “riojano”. El de Olmedillo —suelo arenoso a 820 metros— es frutal, potente, denso: “ribereño”. El de Moradillo —un pedregal a 973 metros— tiene el frescor de los vinos de altura y una mineralidad excepcional en la Ribera del Duero. Hay unas 2 mil botellas de cada, a unos 32 euros, y se trata de una colección abierta, que en próximas ediciones se elaborará con viñedos de otros pueblos.
Legaris también ha presentado la segunda añada de un experimento previo al de los vinos de pueblo. Se trata del Páramos 2015, procedente de viñedos pedregosos a más de 900 metros sobre el mar: al límite de la viabilidad de la vid, el buen drenaje y el viento constante permiten que madure lentamente una uva sanísima. Con 9 meses de barrica, da un vino fresco, frutal y singular a unos 20 euros. La gama convencional de Legaris la integran los Roble, Crianza y Reserva. Su vino más exclusivo es el Calmo: sólo se elabora cuando la cosecha es tan excepcional como la de 2014, que saldrá al mercado este año. De sus 2 mil botellas, a unos 70 euros, 400 se guardan en la bodega a modo de legado para la posteridad y haciendo gala de una presumible longevidad de 30 o 40 años.